Entre libro y libro necesitamos mover el cuerpo, airear la cabeza y disfrutar del paisaje. Vamos, una escapada de primavera en toda regla. Así que ponemos rumbo al sur de la provincia de Burgos para descubrir alguno de sus cincuenta senderos salpicados de sabinares, viñedos y villas medievales. ¿Nos acompañáis?
Los libros son nuestra debilidad pero de vez en cuando toca tomarse una pausa para descubrir (y constatar) el inmenso patrimonio cultural y natural de la España de interior. Como el que se despliega en la Ribera del Duero burgalesa, que aúna viñedos y campos de cereal, pueblos bonitos y rica gastronomía.
Gran parte de sus bondades se deben al río Duero y a sus arterias fluviales, que cincelan un paisaje de ribera con bosques, lomas y cerros, pespunteados por asentamientos prehistóricos, yacimientos romanos, castillos, palacios, conventos, colegiatas, iglesias y ermitas de todos los estilos arquitectónico. Todo este patrimonio se encuentra conectado por medio centenar de senderos aptos para recorrer a pie o en bicicleta. Os mostramos tres de ellos para que vayáis abriendo boca.
SENDERO DEL SABINAR DE ARLANZA
Esta ruta se encuentra al pie de las Lomas de Cervera, en la cabecera del Valle del Esgueva, donde los arroyos Rebriongos, Fuentes y del Prado aportan sus aguas para dar nacimiento al río Esgueva, cuya corriente baña gran parte de la Ribera del Duero. Además de albergar uno de los sabinares más extensos del planeta, con ejemplares milenarios, aquí la acción tectónica y la erosión de los cursos de agua han modelado un paisaje donde se dibujan crestas y desfiladeros que son todo un espectáculo.
El sendero comienza junto a las ruinas de una de las tres ermitas que hay en Espinosa de Cervera, la de San Roque, continuando por un bosque de robles centenarios hacia la segunda de las ermitas, la de San Ginés. Avanza el camino a través de una senda poco definida que atraviesa una antigua dehesa de robles donde se encuentra la Encina Milenaria, un árbol de enorme tamaño escondido en el interior del monte. Pero no es el único monumento natural de estos parajes, pues siguiendo el camino se encuentra la Sabina Tumbada, donde gravedad y árbol parecen echarse un pulso.
Entre sabinas, la senda continúa hacia el alto del Picacho, a cuyos pies se encuentra la tercera y más importante de las ermitas de Espinosa de Cervera, la de la Virgen de la Talamanquilla, patrona del pueblo. La siguiente meta, el alto de la Matalarruda, ofrece unas increíbles vistas del desfiladero del Arroyo Mayor.
A partir de aquí el camino dibuja un agradable descenso entre sabinas y rocas, mientras en el cielo los buitres planean las corrientes térmicas. A medida que el camino se acerca al final en Espinosa de Cervera, se pueden ver antiguas plantaciones de zumaque, un matorral utilizado antiguamente para teñir y curtir pieles. Ya en el pueblo no puede faltar una visita a su iglesia del siglo XII, la fuente pública, su arquitectura popular y la casa del médico.
SENDERO DE LOS HUMEDALES DEL CARRASCAL
Quienes elijan esta ruta circular caminarán entre humedales, refugio para numerosas especies de aves. Se parte desde Villalba de Duero tomando el camino de Eras de Abajo hacia la ribera del río Duero. El paisaje va cambiando de huertos y tierras agrícolas a un encinar, continuando hasta la Cañada del Montecillo. Es el lugar ideal para pasear en los días más calurosos, gracias a la sombra que regalan pequeñas encinas, sabinas y algún chopo, y al frescor del Duero, oculto tras la espesura.
Según avanza el sendero se pierde de vista el río y es ahí donde los humedales empiezan a salpicar el paisaje entre choperas, viñedos, almendros y saucedas. Hacia el monte El Carrascal, poblado de pinos resineros y encinas, se ocultan algunas trincheras y galerías construidas en la Guerra Civil, y saliendo del bosque aparecen de nuevo los humedales. Merece la pena una parada aquí para observar las aves antes de proseguir de nuevo hasta Villalba de Duero.
SENDERO DE LAS AROMÁTICAS
Para muchos, este es el sendero que define a la Ribera del Duero, pues su trazado aúna casi todos los paisajes que se pueden encontrar en la comarca: campiña con viñedos, fincas con almendros, campos de cereal y bosquetes de pino se alternan con bosques mediterráneos de encina y sabina, zonas de regadío y paseos junto al Duero y su bosque de ribera. Más aún, el paisaje está cuajado de bodegas, todo un ejemplo de arquitectura popular ribereña.
Comienza esta pintoresca ruta en Fresnillo de las Dueñas, una localidad que debe su nombre a una planta medicinal -semejante al orégano- que crecía allí y continúa hasta la orilla del Duero, donde las aguas calmas y remansadas invitan a caminar por un bosque de ribera formado por chopos, fresnos, álamos, sauces y alisos.
El sendero avanza entre campos de remolacha hacia el monte de Fresnillo en un paseo marcado por la fragancia del tomillo, jaras estepas, salvia, mejorana y botonera que cubren el suelo entre encinas y sabinas. Desde este bosque mediterráneo se accede a la parte superior del monte, que ofrece unas buenas vistas de los alrededores.
Es a la salida donde aparecen los campos de cultivo junto a algunos viñedos, almendros y bosquetes de encinas. Siguiendo el itinerario se pasa junto a la fuente de Hontanilla y poco después se alcanza el camino hasta Fuentespina, donde las bodegas se agolpan una tras otra formando un entramado de callejas. El retorno a Fresnillo de las Dueñas nos lleva entre almendros, viñedos, pequeños pinares y eriales, dominando el paisaje el canal de Guma y más campos de cultivo.
| Más información sobre estos y otros senderos de la Ribera del Duero burgalesa en su web.