Dolores Payás: «El amor es uno de los ejes centrales de nuestra existencia»

Dolores Payás
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Entrevistamos a Dolores Payás, autora de Ultimate Love, una novela con mucho humor sobre el amor en la edad madura. De su obra, de la importancia de la escritura o de su amistad con sir Leigh Fermor hablamos con esta mujer polifacética, inquieta, culta y políglota donde las haya.

A ella lo que le gusta es escribir y urdir historias pero su propia biografía daría para una novela: Dolores Payás (Manresa, 1955) es hija de familia numerosa (la segunda de ocho hermanos), ha sido guionista, directora de cine y traductora; se siente nómada y desde hace un tiempo vive a caballo entre España, Reino -Unido y Grecia aunque también ha vivido en México, China y Francia.

Es precisamente en la costa griega donde ha fijado su segunda residencia tras traducir, conocer y entablar amistad con sir Patrick –Paddy– Leigh Fermor (1915-2011). Este historiador, viajero arquetípico, combatiente en la II Guerra Mundial y escritor británico, autor de Roumeli, Tres cartas desde los AndesUn tiempo para callar, entre otras obras, contaba con casa (hoy museo) en la localidad costera de Kardamili y a raíz de su amistad, Payás se contagió de su pasión por la cultura helena.

Desde su casa griega, Payás responde a las preguntas de Greta a propósito de su última novela, Ultimate Love (Ed. Círculo de Tiza), una historia divertida y romántica con una prosa elegante y un vocabulario exquisito sobre el  amor en la edad madura entre una española de armas tomar y un lord inglés sexagenario que desea ser amado de manera incondicional. 

PREGUNTA. ¿El amor por correspondencia es cosa de novelas?

RESPUESTA. Oh, no. Creo que la palabra escrita como medio de expresión amorosa ha sido una constante a lo largo de la historia. Otra cosa es qué forma adopte o qué vehículo la transporte. Los amantes de la vida real siempre han utilizado estratagemas para corresponder y encontrarse en la distancia o en la clandestinidad. Digamos que la paloma mensajera, o la saca de correos que viajaba en diligencia o en la bicicleta del cartero, hoy adoptan la forma de un WhatsApp o un e- mail. Pero la sustancia no deja de ser la misma (te amo, te deseo, y vuelta a lo mismo: no haya nada más repetitivo que el amor, je). La palabra escrita tiene una virtud imbatible, y es que se queda con nosotros, podemos volver a ella una y otra vez. ¿Cuántas veces no hemos releído una carta o un mensaje de amor? La palabra oral, en cambio, se esfuma con el viento…

P-. ¿Cómo conectarán los jóvenes de hoy cuando lleguen a la edad de Pip, el protagonista de ‘Ultimate Love’? ¿Crees que la capacidad de seducir y enamorar por escrito tiene los días contados?

R-. Difícil predecir el futuro. Mi impresión es que ahora mismo estamos en pleno frenesí en lo que respecta a la comunicación mediante alta tecnología. Somos testigos de un cambio de época trascendente. Algo similar a lo que vivieron los victorianos con la Revolución Industrial, solo que más a lo bestia: más rápido, más sofisticado. Todo es una novedad y además hay novedades cada dos por tres, no es extraño que hayamos perdido un poco la chaveta con el tema. Pero empieza a haber un cambio en la percepción, se hace necesario imponer un poco de sensatez y freno, sobre todo de cara a los niños. Las escuelas de algunos países proponen volver al libro impreso, desterrar las tabletas y los teléfonos. Hay gente joven que rechaza vivir en un escaparate virtual y apuesta por las relaciones en vivo. En suma, parece que el péndulo quiere estabilizarse un poco tras una temporada de excesos. Bien pudiera suceder que dentro de treinta años los amantes vuelvan a utilizar la palabra escrita para desplegar sus encantos, y hasta puede que la acompañen con el perfume de flores prensadas y un mechón de pelo como recordatorio. Una idea hilarante pero también atractiva.

P-. En un momento en el que las sociedades occidentales son cada vez más longevas, ¿por qué sin embargo no se habla (o no lo suficiente) del amor en la edad madura?

R-. Ah. Buena pregunta. Pones al descubierto una paradoja que, de hecho, no es tal paradoja sino una trampa, y bastante retorcida, por cierto. A ver si consigo argumentarla. Veamos. Desde todos los medios se nos machaca constantemente con que al hacernos mayores debemos manteneros activos, energéticos, no bajar la guardia jamás. Y esto se aplica, muy en especial, a las mujeres. La idea general es que los hombres son como el buen vino, mejoran en aroma y sustancia con los años, y nosotras, en cambio, tendemos a convertirnos en vinagre si no algo peor. Y que, por tanto, tenemos la obligación de hacer grandes esfuerzos en todos los aspectos, muy en especial el que se refiere a la apariencia. Y se nos dice y repite que la edad sólo es un número -los setenta son los cuarenta de antes y bobadas por el estilo- y que jamás de los jamases debemos sentirnos o identificarnos como viejos. Y para animarnos a asumir esta actitud de alegría perpetua el mercado pone a nuestra disposición toda una batería de productos. Admirable. Cuánto nos quieren, cuánto nos miman. En resumen, bajo el disfraz del afecto y la simpatía, lo que en realidad padecemos es una gran presión mediática y social para que simulemos no envejecer. La vejez ha dejado de ser un proceso natural (igual que la niñez, la adolescencia) además de una victoria estupenda sobre el tiempo, para convertirse en una etapa de la vida vergonzante, antipática, algo a esconder. Así las cosas, ¿cómo va a tomarse en serio el amor en la tercera edad? Lo que la sociedad nos exige es mantenernos en la madurez -si es que tenemos dinero para pagarnos los tratamientos rejuvenecedores- desde los 50 y pico hasta los 70 y muchos. Y de ahí directas al hoyo. Con estas premisas, no es de extrañar que el amor en la tercera edad no se toque, o se toque con pinzas y de manera distorsionada. ¡Si ni siquiera hemos empezado a aceptar el hecho de que envejecemos!

P-. ¿Qué tiene el caballero inglés que le falta al Latin lover?

R-. En general, y al menos en lo que respecta a las formas, los varones ingleses suelen ser menos machistas que los latinos. Por una razón histórica, y es que sus abuelas y madres ya eran mujeres independientes, más liberadas. En las escuelas británicas se estudia el movimiento sufragista femenino, buena manera de conseguir que los chicos aprendan a respetar y valorar a las mujeres desde niños. Todo esto tiene su traducción en la vida diaria, y, desde luego, la tiene en la cama y en las relaciones sexuales. El Latin lover será más impetuoso y fogoso y todo lo que se quiera, pero mi caballero inglés se interesa por el placer de la mujer, busca conocer su cuerpo, estudia la manera de hacerla feliz en la cama. Y esto es impagable, sobre todo a ciertas edades. Mejor un par de horas de voluptuosidad  y regodeo a tiempo lento, que no un atropello intenso y veloz ( por muy atractivo que sea el conductor del camión).

P-. ¿Cuál fue el punto de partida para escribir Ultimate Love y cuánto tiempo te llevó entregar la novela?

R-. Hacía tiempo que le traía ganas al tema, el amor es uno de los ejes centrales de nuestra existencia. La dificultad estaba en que no tenía muy claro cómo quería hablar del amor, y de qué clase de amor, y en qué etapa de la vida. Desde luego, no en la juventud.  Julieta tenía trece años, Romeo, poco más, que murieran de amor es atribuible a una batería de hormonas funcionando a todo gas. Química pura, no tuvieron que poner mucho por su parte. La hazaña de mis dos protagonistas, en cambio, es amar con esa misma intensidad navegando a contracorriente, sin la ayuda del impulso biológico. Este es su mérito. Pero yo estoy convencida que en las personas de valía Eros habita el cerebro. Una mente activa, imaginativa, es capaz de levantar la magnífica construcción del deseo sin hormonas de refuerzo. También he querido reivindicar la pasión como un territorio sin fronteras temporales. Pasada la edad reproductiva y de crianza común de los hijos, el amor ya no responde a ningún propósito práctico, es sólo una finalidad en sí mismo. Disfrutar, disfrutarse, nada más. Un regalo extra de la vida. Y los regalos deben aceptarse con generosidad, sin remilgos.  

Dolores Payas

P-. Tú que vives a caballo entre España, Grecia y Reino Unido, ¿dónde escribiste Ultimate Love? ¿Tienes un destino establecido o preferido para sentarte a escribir?

R-. Como todos mis libros, Ultimate Love está escrito en diversos lugares. Arrastro mis letras y mis historias por los diferentes lugares que frecuento. Soy algo gitana en este aspecto -también en el color de la piel, quizá el nomadismo esté en mi ADN-, cuando paso más de dos meses en un mismo lugar me empiezo a desasosegar. Necesito cambio de paisaje, de lengua, de gente. Con la llegada del ordenador puedo escribir donde quiera, necesito solo una mesa. Dicho esto, tengo varias mesas de trabajo repartidas por ahí. En todas ellas trabajo muy a gusto.

P-. Decía George Braque que «el arte es una herida hecha luz». ¿Qué significa para ti el proceso de creación? 

R-. Un momento impagable. Antes he dicho que el amor es el eje central de la existencia y no voy a desdecirme ahora. Pero para cualquier artista el acto de creación es un acontecimiento insuperable. Yo diría que produce una euforia y un ensimismamiento similares a los del enamoramiento en sus mejores momentos. Requiere más trabajo que el sexo, eso sí (je), pero cuando consigue lograr lo que se ha propuesto -y cuesta, cuesta-, la sensación de plenitud y satisfacción supera la de cualquier orgasmo. Es algo más profundo, creo yo. Curiosamente, la creatividad es capaz de suplir, y muy bien, además, la falta de amor. Me refiero al amor erótico, por supuesto, no al amor de los hijos, los amigos, etcétera.

P-. ¿Te consideras una escritora disciplinada o escribes por impulsos?

R-. Soy muy disciplinada. Y más me vale, porque soy una escritora caracol. Siempre me asombro cuando leo que un escritor ha escrito una novela en seis semanas. Yo no tengo ese talento. Mis procesos son muy lentos, orgánicos, mis textos crecen como las tomateras -son exasperadamente lentas- y da igual las horas que pase sentada en la mesa y tecleando. El proceso mental sigue su curso natural y hace tiempo descubrí que lo mío es funcionar por transversalidad. Pongamos, por ejemplo, que me atasco con un problema espinoso: un fallo en la estructura dramática, un personaje que no tiene suficiente calado, lo que sea. La cuestión es que me veo en un callejón sin salida, sentada en la mesa y con un sofocón tras otro (¡a mí los nervios me siguen provocando sofocones!). Entonces sé que debo levantarme, salir al jardín, trajinar por la casa. O bajar a nadar al mar con un libro de cocina o de jardinería (soy muy maruja para estas cosas, me encanta lo doméstico). Me distraigo, no pienso directamente en el problema, no le doy vueltas. Pero de alguna manera mi cerebro sigue trabajando, aunque yo no lo registre. Y de pronto, ese mismo día, o al día siguiente, llega la solución. Así, a bote pronto. No ha sido un proceso consciente, pero ahí está. Y ha nacido de modo orgánico.

Además de todo lo dicho. Soy una perfecta pesadilla con el tema de los detalles. No hago más que reescribir y reescribir. Me tienen que quitar los libros de las manos, de otro modo jamás pondría el THE END. Y cuando lo hago me entra como una melancolía post parto atroz. Me harto a mí misma a veces, de veras.

P-. Con una bibliografía tan extensa y diversa como la tuya: ¿te acostumbras a los nervios de lanzar novela y ver qué acogida tiene? ¿O la experiencia es un agrado y lo afrontas con calma?

R-. No, no. Mi bibliografía no es extensa. Sólo cinco libros propios y catorce o quince traducidos, y es que empecé muy tarde, a los casi sesenta años, ¡imagina!! Esta incursión tan poco canónica en la literatura tiene sus pros y sus contras. Las pegas son obvias, en una sociedad que no valora la edad ni la experiencia, publicar tan tarde es un hándicap. De hecho, resulta muy difícil, los editores quieren gente joven que tenga largas carreras por delante, lo cual también es natural. Yo soy una rareza bastante extravagante. Dicho esto, la edad también tiene grandes ventajas, y es que los vaivenes profesionales afectan menos. Nunca he sido competitiva y ahora menos que nunca. Soy consciente de que no voy a hacer una gran carrera literaria -no tengo los suficientes años por delante-, y mi economía no depende de la escritura. Así que ni me pongo nerviosa ni me aturdo. Mi única ambición es seguir escribiendo y traduciendo, cada vez mejor, hasta el final de mis días. Es un placer enorme, es mi proyecto vital. Yo me levanto para ir a escribir corriendo. Siento un respeto reverencial por la literatura y amo la palabra escrita, y actúo en coherencia. Trato de ser honesta, conmigo misma y con mis potenciales lectores.  Por otra parte, soy poco sociable, no pertenezco a clubs, ni cenáculos ni camarillas. Dicho esto, me encanta publicar, por supuesto, es muy gratificante. Y me encanta charlar con mis lectores, son personas a las que siento cercanas (la Literatura une muchísimo). Publicar es el objetivo de todo escritor. Quiero decir, es muy bonito cultivar el propio jardín, pero si no puedes compartirlo con almas amigas….

P-. ¿Qué se siente cuando una figura prominente como el periodista Pedro Cuartango presenta (y elogia) tu libro en sociedad?

R-. Ah, caramba. Eso fue realmente estupendo, e inesperado. Creí que se había prestado a presentar el libro un poco como compromiso, porque es amigo de la editora. De hecho, él mismo explicó que al principio había sido así, que había aceptado el encargo por una cuestión casi de trámite. Pero que luego, al leer el libro, había quedado totalmente subyugado por el texto. Habló maravillas de mi trabajo y encima añadió que yo era una suerte de Jane Austen moderna. Casi me dio un patatús, claro. Fue muy emocionante, y le estoy enormemente agradecida.

P-. ¿Cómo está siendo la acogida entre los lectores? ¿Qué es lo más bonito e inesperado que te han dicho de Ultimate Love?

R-. Creo que en general la acogida es muy buena, aunque es imposible contentar a todo el mundo. Cuando expones un trabajo al público debes aceptar de antemano que siempre habrá alguien que te lo tire por la cabeza (de ahí que los artistas necesitemos un ego potente, de otro modo la primera crítica nos hundiría en la miseria). Ha habido reacciones espontáneas y muy positivas de un buen número de lectores, y no solo de mujeres, cosa que me ha sorprendido y alegrado. Quizás lo mejor ha sido recibir mensajes de varias chicas jóvenes diciéndome que, pese a la edad avanzada de los protagonistas, habían sentido que el libro les estaba dirigido, que lo que contaba no les era ajeno. Eso me pareció muy emocionante, existe un sentimiento de hermandad entre autor y lectores -de cualquier edad- que es francamente conmovedor.

P-. ¿Y si te pidiéramos definir tu novela con tres adjetivos?

R-. Divertida. Emocionante. Y profundamente humana.

P-. ¿Eres crítica con tu propia obra o se lo dejas a otros?

R-. Soy un azote para mí misma. Y no me molestan las críticas, siempre las escucho con atención.

P-. ¿Cuánto crees que hay de tu experiencia como guionista y cuánto de tu labor como traductora en tu yo escritora? ¿O son tres Dolores perfectamente compartimentadas?

R-. No hay compartimentación, sino una osmosis muy asumida entre las tres Dolores. Las tres entran en juego cuando escribo. Soy partidaria de sumar, jamás de restar.

Dolores Payás

P-. ¿Qué te resulta más gratificante: escribir, traducir o dirigir un largometraje?

R-. Escribir, sin duda y sin pensarlo un segundo. Incluyo en ello mi actividad como traductora porque la considero una extensión natural de mi oficio como escritura. Dirigir largometrajes es trepidante y divertido, pero no se puede comparar con la satisfacción profunda que me produce sentarme frente a las palabras.

P-. ¿Cómo fue conocer a sir Patrick Leigh Fermor y cultivar una amistad más allá de lo profesional?

R-. Un privilegio, una bendición que cambió mi vida. Buena prueba de ello es que escribo estas palabras sentada a pocos kilómetros de la casa que fue su hogar griego. Paddy (así le llamábamos todos) era un hombre extraordinario, un escritor de primera y un anciano delicioso. Poder tratarle, ser admitida en su universo personal,  fue una de las cosas más bonitas que me han pasado en la vida.

P-. Leer, escribir y traducir: ¿en qué orden por importancia y prioridad en tu  vida?

R-. Las tres actividades van unidas, avanzan entrelazadas de manera firme. Se alimentan las unas a las otras. Las tres son prioritarias.

P-. Y cuando no te dedicas a ninguna de estas tres actividades, ¿tienes alguna otra pasión confesable? ¿Cómo es un día normal en la vida de Dolores Payás?

R-. Pongamos un día de los de ahora, canícula en mi casa griega. Vamos allá. Soy mañanera, me levanto como a las 6. Desayuno como troglodita (no ceno, así que a esa hora estoy hecha una tigresa). Doy una vuelta por el jardín, por si hubiera alguna novedad, luego me siento a trabajar hasta mediodía, con algunas pausas para jardinear un rato más o hacer cosas por la casa. A mediodía bajo al mar, una hora de natación seria y un rato de comadreo -también muy serio e intenso- con mis vecinos griegos, son un amor y gastan un humor maravilloso. Vuelvo a casa refrescada de cuerpo y mente. Como ensalada y algún pescado a la plancha, copita de vino y a leer un rato. O voy a comer con algunos amigos, por esta zona hay un grupo de gente interesante y reservada (de otro modo no estarían aquí). Las relaciones que establecemos son discretas, selectas, pero de gran calidad. Por la tarde vuelta al escritorio, al menos hasta que cede el calor. Luego me toca regar y más trajines por el jardín y el huerto. Si tengo a la familia por la zona, vuelvo al mar para estar con ellos, muy en especial con mi nieta, criatura a la que adoro. A las 10 de la noche siempre en casa, y las 11, como muy tarde, a la cama con un libro. Tiendo al insomnio, así que me cuido y llevo mis horarios bastante a rajatabla.

P-. Con una segunda reedición ya en librerías, ¿sigues disfrutando de la resaca del lanzamiento de Ultimate Love o ya estás trabajando en un nuevo proyecto?

R-. Los tiempos de los libros y la edición son muy lentos. Acabé de escribir Ultimate Love en verano del año pasado. Hace ya un tiempo que estoy con otra novela. Y en lo que respecta a la traducción, en primavera terminé un proyecto enorme relacionado con Dickens, espero que se publique pronto. Ahora estoy con Jane Austen… (¡mi vida es una orgía literaria sin fin!).

¿QUÉ TIPO DE LECTORA ES DOLORES PAYÁS?

En una palabra, para ti leer es…

Placer, emoción, estímulo, aprendizaje constante.

¿Prefieres ficción o no ficción?

Ahora mismo, no ficción. Pero durante décadas ha sido lo contrario. Creo que tiene algo que ver con que estoy sentando la cabeza (dónde, no lo sé…)

Y dentro de la ficción, ¿cuál es tu género preferido?

Novela, desde luego. El andamiaje de una buena novela es complejísimo. A mí me supone un gran placer intelectual -casi técnico, digamos, vicios del oficio- ir descubriéndolo.

¿Eres capaz de abandonar un libro que no te engancha o te obligas a llegar hasta el final?

Lo abandono. Sin complejos o problemas.

¿Y si está mal traducido, cuál es tu primera reacción?

Me pongo muy nerviosa. Soy traductora y sé lo que hay tras una mala traducción, a menudo no es falta de talento o de ganas por parte del traductor. Lo que hay es un desprecio enorme por nuestra labor, una de las peor pagadas de todo el mercado laboral si se tiene en cuenta el tiempo y esfuerzo invertidos en cada libro.  Lo de España y los traductores es una vergüenza. Mis amigas inglesas viven bien de su oficio, aquí es imposible. Yo traduzco por amor a la Literatura, desde luego, no para ganarme la vida.  

Si prestas un libro y no te lo devuelven…

Hace tiempo que he dejado de prestar libros. Siempre tengo la impresión de que en cualquier momento voy a necesitar cualquiera de mis libros, deben estar siempre a mano. Así que no los dejo salir de casa, mucho menos por la noche y en compañía desconocida….

¿Leer con o sin música de fondo?

Leer, sin. En cambio, siempre trabajo con música. Son listas que me monto cuando empiezo un nuevo trabajo. Forman parte de un ritual importante. Durante meses escucho lo mismo, de tal modo que las notas pasan a ser como una suerte de pequeño estímulo extra, un reflejo Pavovliano. Con el tiempo me sucede que no puedo escuchar ciertas piezas musicales sin pensar en el texto que las acompañó un día…

¿Eres lectora de un solo libro o puedes compaginar varios títulos al mismo tiempo?

Siempre tengo varios en danza. Por ejemplo, ahora mismo…Mientras desayuno leo la correspondencia entre dos grandes poetas americanos (tiene como 3000 páginas, llevo como cien desayunos con él, un tocho que tengo que poner en un atril).  A mediodía me acompaña Ford Maddox Ford. Mientras trabajo suelo consultar cosas de uno y otro. Por las noches leo la correspondencia de Jane Austen, a esas horas debo elegir algún volumen ligero de peso porque siempre se me viene encima cuando me duermo con él puesto (me rompería la crisma). Y a veces, si el día es terriblemente caluroso, bajo a la playa con otro...

¿En tu biblioteca encontraremos los ejemplares subrayados y anotados o sin mácula?

Impecables, sin mácula. Ni loca se me ocurriría enmendarle la plana a un autor.  O manchar su texto. Tampoco doblo las esquinas de los libros, ¡jamás!

Libros, ¿mejor de papel o electrónicos?

Mejor, papel. pero también utilizo el electrónico. Por razones obvias. Viajo mucho, y para las traducciones a veces necesito leer mucho libro de consulta. 

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