Si ya has leído tu novela de Narrativa de junio (o estás en ello), quizá te hayan asaltado las mismas dudas que a nosotras: el amor no tiene edad pero… ¿y el sexo? ¿Es posible desear y sentirse deseada a partir de cierta edad? La psicóloga y sexóloga Ana Sierra nos plantea los desafíos que llegan con la edad madura y cómo afrontarlos para seguir disfrutando de una sexualidad plena, solas o en pareja, a partir de los cincuenta.
Senectud. Hace unos años escribí esta palabra en un artículo sobre sexualidad en la vejez. Además de algunas críticas por tratar ese tema, un comentario me llamó la atención. Era de un personaje conocido que decía: “Senectud, qué palabra más horrible”. No se me ocurrió otra cosa que contestar con un: “Igual si te lo susurran al oído…”. No dijo nada.
Ella era mayor y sigue siéndolo. Su vida actual transcurre en la vejez, aunque entendí que no le gusta mucho. ¿Por qué? ¿Acaso llegar a la vejez es malo, vergonzoso o el fin de la vida, antes de morir realmente? Si leemos la definición que la RAE atribuye a vejez, no me extraña que genere rechazo.
Veamos: 1. Cualidad de viejo. 2. Edad senil, senectud. 3. Achaques, manías, actitudes propias de la edad de los viejos. 4. Dicho o narración de algo muy sabido y vulgar.
Las palabras y definiciones nos etiquetan y les otorgamos más valor cuanto más experta e ilustre consideremos la fuente que las explica. Vistos estos significados yo tampoco quiero ser mayor, pero si levanto la mirada del diccionario, ojalá llegue y pueda vivir todo lo que esa etapa me ofrece. Porque puede ofrecernos lo inimaginable. Pero en bueno, digo.
Hay una creencia muy arraigada que nos hace sentir que los mayores ya no sirven. Y para el sexo, menos. No queremos imaginarnos cómo lo harán ni que lo practican, claro. De hecho, lancé esa propuesta al alumnado de un máster en sexología y sus caras se arrugaron en plan: “¿En serio tengo que pensar en eso? ¡Arg!”. Imagínate el resto de personas, no sexólogas, qué cara pondrán.
Pensamos que a partir de cierta edad las personas ya no tienen sexualidad, que no desean cuerpos, que no se tocan por placer y, si lo hacen, les llamamos viejos verdes. Que ya no se enamoran. Que la pasión no les abrasa por dentro. ¡Eso es de jóvenes! Pues no.
MI ABUELA Y EL SEXO
Cuando escribí mi primer libro, lo tuve claro, se llamaría Conversaciones sexuales con mi abuela. Una divertida guía de mindfulsex para todos. La publicó la editorial Kaila. La pura realidad, sin ficciones. Nuestras conversaciones de sobremesa hablando sobre sexualidad (si tenemos en cuenta que su nieta estaba estudiando para ser sexóloga, todo resulta más coherente. O quizá ni con esas. ¡Por favor, una mujer tan mayor!).
Ochenta y cinco años tenía mi abuela cuando comenzaron nuestras charlas sobre sexo; aunque antes ya apuntaba maneras cantando sus cancioncillas picantes, donde no se decía nada, pero se contaba de todo. El Conejo de la Loles era medalla de oro en el ranking. Y claro, aunque era pudorosa para lo suyo, su nieta le lanzaba preguntas muy jugosas.
Fue a sus 92 años cuando dejamos de charlar y por razones ajenas a nuestros deseos, claro. Pero me dejó -y ahora os dejo yo- unos aprendizajes maravillosos:
- Los límites nos los marcamos nosotras mismas, con la ayuda de la sociedad y sus prejuicios. No te los creas.
Se puede aprender sobre sexualidad, sobre todo de la tuya, hasta el último día.
La sexualidad no es solo desnudez, genitales, coito u orgasmo. Son también las caricias, la piel, miradas, palabras y hechos. Emociones y pasiones.
Sexualidad es vida. No te la podrás quitar y poner a tu antojo como una gabardina. Va contigo a trabajar, al cole, a la compra o a tu reunión con su majestad. Él también la lleva, porque es inherente al ser humano.
Te puedes enamorar y apasionarte a cualquier edad. Y lo más importante, y quizá más complicado cuanto más joven seas, es hacerlo de ti misma.
El placer siempre es el objetivo principal, que debería estar cuando deseamos, o no, reproducirnos y en cualquier acto de comunicación con los demás y con nosotras mismas.
Mi abuela también me hizo saber que se puede tener un gran crecimiento erótico en los últimos años de vida. Cosa que, incluso a personas jóvenes, les puede costar bastante.
Porque nos limitamos. ¿Qué pensarán si…? ¿Qué soy si deseo…? Porque no debería sentir lo que siento, amar a quien amo o desear tanto su cuerpo, ni el mío. Porque creemos que hay mucho más que perder cuanto más jóvenes seamos. Nuestra reputación, por ejemplo. Pero ignoramos que hay mucho que ganar. Nuestra vida.
¿Pero sabes qué te digo?
Si mi abuela puede, tú también.
Pd. Feliz lectura de Los puentes de Madison County.