La escritora y poeta Andrea Mateos (arriba, en la imagen) nos invita a realizar un nuevo viaje literario, en esta ocasión al Sur, de la mano de la autora británica Virginia Woolf. Dos autoras separadas por el tiempo que han sucumbido al mismo sortilegio de una tierra hechicera y hechizante como es el pueblo sevillano de Osuna.
Osuna (Sevilla), 26 de mayo de 2024
¿ESTOY PERSIGUIENDO UN FANTASMA? Recorro con la yema de los dedos el lomo de un ejemplar de Hacia el sur y trato de vislumbrarte sentada a mi lado, en uno de esos frescos bancos donde las flores moradas de la jacaranda despliegan su sombra aterciopelada (acaba de aterrizar un pétalo sobre las páginas de tu libro). ¿En qué momento influye en la escritura el caminar de dos autoras cuyos pasos se distancian por cien años en el tiempo?
El viaje es una narración en sí misma, las letras se redactan solas en la curiosidad que este despierta. Presiento una parte de tu alma, Virginia, adherida a este paisaje. Escribes y yo ahora te leo: «El español es un idioma feroz y sanguinario». De fondo, el zumbido desdentado de unas viejas: «¡Osú, qué caló! ¿De dónde soih?», con ese acento arrastrado propio de la belleza del sur.
El español, desde luego, es un idioma feroz. No le importa enseñar los dientes porque para hablar, para preguntarle a una desconocida por su procedencia, hay que abrir la boca con arrojo y firmeza. No dudar. La duda solo se cobija en lo que se pregunta —«¿De dónde soih?»—. El instinto humano de querer acotar la geografía del transeúnte foráneo.
La escritura de viajes es así, una conexión continua entre lenguas que se entrelazan y tiemblan. Porque hay un temblor, una sacudida, en el inicio primigenio de una conversación. La sangre se calienta y borbotea, algo en nuestras entrañas se derrama. ¿Te referías a esto cuando hablabas de «sanguinario», Virginia?
Años después, también escribiste: «Creo que España es, con diferencia, el país más espléndido que he visto en mi vida». Y fue algo que afirmaste desde Italia —la majestuosa, regia, solemne Italia— en una carta dirigida a Saxon Sydney-Turner. ¿Se moldean las palabras, nuestras opiniones, porque vivimos o vivimos a causa de esa transformación que operan las letras en nuestra mente?
Las mismas calles empedradas, los mismos árboles frutales, la misma gente arrinconada en esa pequeña parcela del mundo, solo que con otros nombres. Porque lo que había cambiado no estaba en el entorno, y así se reflejó en tus escritos.
Quiero pensar que todavía hay una estela de tu perfume en este aroma almibarado, que mis huellas están recorriendo las tierras sevillanas que tú también un día anduviste. «La belleza parecía haberse colmado sobre nosotras [el femenino es mío] y una va de un lado a otro nadando en sus aguas».
¿Estoy persiguiendo un fantasma?
No muere nunca la persona que viaja, que se entremezcla con los lugareños, que absorbe con su retina cada partícula viva. El poder del artista es el de retener el tiempo. «¿Te acuerdas de aquella inglesa extraña bebiendo leche de cabra aquella triste madrugada?» porque, quién sabe, quizá alguien, en algún momento, compartió contigo unos miserables segundos de tu estadía y formuló esta pregunta muchos años después, recordándote mientras tejía con la palabra la silueta difusa de tu sombra.
Viajar es sembrar un jardín de recuerdos. Cada flor es una persona que se ha cruzado en tu camino. «Luego iremos a un lugar donde los cipreses y las palmeras crecen juntos», subrayo.
Y fantaseo con la idea de que me lo has escrito a mí.
1 comentario en “Osuna: viaje hacia el sur con Virginia Woolf”
¡Uf! No tenía ni idea de que Virginia Woolf hubiese estado en España, así que me apunto este libro. Me gustaría pensar que fue feliz mientras estuvo en nuestro país.¡Cuánto me queda por aprender!
En cuanto a tu texto, Andrea, siempre tan inspirado, bello, poético… ¡siempre sembrando!
Un fuerte abrazo,
Conchi.