Nina Melero es lingüista, docente y escritora. Ha publicado cinco libros, uno de ellos finalista del Premio Nadal (Ella y el faro). Le fascina el mundo en general y Asia en particular. Vive en Singapur desde 2015, país que le sirve de base para explorar a sus anchas el continente asiático. Tiene debilidad y lo declara sin tapujos por Indonesia, un archipiélago formado por 17.000 islas. Y ha contestado a las preguntas del club de Greta a propósito de la presentación de su última novela, Los diamantes de Kalimantán (editorial Contraluz), un libro de aventuras ambientando principalmente en la isla de Borneo.
PREGUNTA. Tras el éxito de tu anterior novela Archipiélago, que tuvo una gran acogida, has repetido con un libro de aventuras y acción en Los diamantes de Kalimantán. ¿Dirías que es tu género preferido, en el que te sientes más cómoda como autora?
RESPUESTA. No, en realidad soy todoterreno. Mis libros anteriores son de distintos géneros, porque cada historia precisa ser contada de manera diferente. Si mis dos últimas novelas están más cercanas al género de viajes/aventura, eso se debe más que nada a que ese género era el más adecuado para contar esas historias concretas.
Los diamantes de Kalimantán, en efecto, contiene los ingredientes principales del género de aventuras. Por un lado, está ambientada en escenarios exóticos y mares lejanos: la selva de Borneo y el estrecho de Makassar, la pequeña ciudad colonial de Kota Kinabalu, el puerto de Samarinda… Por otro lado, los personajes se enfrentan a un entorno natural extremo y tendrán que superar las dificultades mediante el valor, el ingenio y la camaradería. Y, sobre todo, se presenta un viaje que no es sólo exterior, sino interior. Es imposible viajar sin cambiar, como descubrirá muy pronto el protagonista de la novela.
Esos tres ingredientes hacen que el libro se enmarque en el género de aventuras clásico. Sin embargo, la novela está ambientada en el momento presente y describe situaciones que puede encontrar cualquier persona que viaja a la isla en la actualidad. Y, al igual que en la vida real (que es siempre una mezcla de géneros), en el libro hay comedia, drama, misterio… Y pinceladas de historia. Creo que eso enriquece la novela, que no es sólo acción y aventura.
P-. Normalmente se pregunta a los autores cuál ha sido el mayor reto o dificultad a la hora de escribir su novela. A nosotras nos interesa saber, sin embargo, qué es lo que más te ha gustado de escribir Los diamantes de Kalimantán.
R-. Lo que más disfruto siempre es la fase de investigación. Investigar para escribir es una forma muy hermosa de aprender, porque no es aprender para ti, sino para compartir: aprender para los demás.
Para esta novela la labor de documentación se centró en la historia del comercio de diamantes en Borneo, y en la vida y las costumbres de los pueblos indígenas de la isla, los dayak. Este grupo étnico tiene una gran presencia en el libro, ya que no se puede entender Borneo sin conocer su historia y su realidad actual.
Aunque la trama y los personajes son ficción, la historia está muy anclada en la realidad, y para eso necesito documentarme a fondo. Esto lo hago mediante la lectura de distintas fuentes y entrevistando a especialistas en los temas que van a aparecer en el libro. Además, siempre me busco la vida para acercarme lo más posible a lo que van a vivir los personajes. En este caso, entre 2015 y 2022 realicé varias expediciones al interior de Borneo, usando medios de transporte tradicionales como la canoa o el klotok, y pude convivir en diversos períodos con personas de la etnia ngayu. Los ngayu son un grupo dayak que se mueve entre los ríos Barito y Kayahan del Kalimantán Central.
La investigación y preparación previas no siempre son fáciles, pero es la fase que más disfruto de cualquiera de mis novelas… Es entrar de lleno en un mundo que existía sin yo saberlo, y partir de él para poder construir el mío.
LA ÚLTIMA ISLA DE LOS MAPAS
Si hay algo que destaca a lo largo de las páginas de Los diamantes de Kalimantán es la ambientación. La isla de Borneo -compartida administrativamente por tres países: Indonesia, Malasia y Brunei- se presenta ante el lector como una protagonista más.
P-. ¿Qué tiene esta isla que resulta tan fascinante y lleva inspirando a autores desde hace siglos?
R-. Supongo que la fascinación de lo lejano. Y de lo desconocido. No olvidemos que la isla más verde de la Tierra se caracterizaba hasta hace poco por otro color bien distinto: el blanco de los mapas incompletos. Borneo fue uno de los últimos lugares del Sudeste Asiático en ser cartografiado, no sólo por estar cubierto de vegetación impenetrable, sino porque su complicada orografía (con cumbres de hasta 4.000 metros) dificultaban aún más su exploración. El deseo de conocer y penetrar en lo incomprensible es uno de los motores más poderosos que existen, y ese empeño ha dejado una huella profunda en la literatura. Es por eso que, antes siquiera de poner pie en Borneo, ya lo conocemos sin conocerlo.
Es imposible atravesar el Estrecho de Makassar sin imaginar a Joseph Conrad a bordo de su pequeño vapor Vidar, ideando cómo convertiría la ciudad de Samarinda en el legendario Sambir de sus novelas. U olvidar los diarios del joven científico A. Russell Wallace, que describía las sonrisas rojas de los nativos, con los dientes teñidos por el betel; y hablaba de plantas carnívoras del tamaño de una persona agazapada… Además, a cada paso la toponimia nos recuerda a Los piratas de la Malasia [de Emilio Salgari], y no podemos sino sonreír de pura nostalgia por esas aventuras con las que muchos nos enamoramos de la lectura. El peligro de viajar a Borneo es precisamente ése: antes de llegar sentimos que la isla no pertenece sólo al territorio de lo desconocido, sino al de lo mitológico. Da miedo que la realidad destruya nuestra idea de Borneo. Pero hay que correr ese riesgo… Porque, al final, siempre se acaba descubriendo que lo más apasionante de un lugar no es lo que sabemos de él, sino lo que todavía no conocemos.
P-. Sobre los dayak, ¿podrías contarnos cómo fue la experiencia de conocer a una tribu tan ancestral y que se ha ganado el sobrenombre de “los cazadores de cabezas”? ¿Realmente son tan temibles?
R-. Dayak es un nombre que engloba a varios pueblos nativos del interior de Borneo. Son conocidos en toda Asia por su nobleza y su ferocidad. No practican el canibalismo, pero antaño eran conocidos por su costumbre de cazar y recolectar las cabezas de los enemigos, que tratan con respeto y veneración. Aunque estas prácticas están prohibidas desde el período colonial, han resurgido de forma puntual en momentos más recientes (la II Guerra Mundial, las revueltas de 2001…).
Los dayak son pueblos seminómadas que se asientan en las orillas de los ríos. En su cultura tienen una gran importancia valores como el honor, el coraje y la amistad; y son maestros del tatuaje y de la lucha cuerpo a cuerpo.
He de decir que mi primer encuentro con ellos fue… desconcertante. Sólo te diré que en la escena hay pijamas, un cuchillo del que mana leche y una iglesia en mitad de la selva. Los lectores podrán descubrir y entender por qué en las páginas de la novela.
P-. ¿Qué es lo que más te ha impactado de su forma de vida? ¿Han conseguido mantener su cultura y sus tradiciones en un mundo tan globalizado?
R-. Lo que más me impactó fue su mentalidad y su concepto del valor. También, el lugar que ocupa la amistad en su cultura. Baste pensar que el infierno que ellos imaginan es un lugar «en el que tus amigos no están»… Y desde el principio me llamó mucho la atención su presencia física, porque adoptan una actitud aparentemente estática y cerrada. Su cordialidad no procede de la sonrisa, que no usan de forma social, como sucede en otras partes de Asia o en Occidente. Las personas con las que tuve la suerte de coincidir eran de una generosidad y hospitalidad inauditas, pero no eran propensas a la gesticulación ni a los excesos de la amistad fingida.
En cuanto a la situación de los dayak en la actualidad, sus problemas son similares a los de otros grupos indígenas en diferentes partes del mundo. En este caso, las presiones que sufren están relacionadas con la explotación incontrolada de los recursos naturales en el interior de la isla. A menudo se ven desplazados u obligados a malvender tierras que ni siquiera son conscientes de poseer para que la selva deje paso a monocultivos de palma aceitera. Los incendios provocados para este fin son un desastre ecológico a gran escala, y uno de los problemas más graves a los que se enfrenta Indonesia. Muchos dayak acaban empleados en los aserraderos de madera (madera procedente de talas no siempre legales) o malviviendo en las ciudades de la costa.
UN DÍA EN LA SELVA
Cobras escupidoras, pozos naturales, distancias insalvables, temperaturas infernales y, por supuesto, cero cobertura. Los protagonistas de la novela escrita por Melero se enfrentan a situaciones realmente peligrosas una vez que se adentran en la jungla.
P-. Para aquellos lectores que se piensen que le has echado literatura y puesto que tú lo has vivido de primera mano, ¿cómo es un día en la selva de Borneo?
R-. Con la selva pasa algo curioso. A diferencia de lo que suele ocurrir con cualquier otra cosa, no se comprende mejor al tomar distancia y adquirir perspectiva. Cuando la sobrevuelas, únicamente puede apreciarse la obviedad de su belleza. Sólo desde dentro, dejándose engullir por ella, es posible penetrar en lo que significa. Por eso es absolutamente necesario entrar en la selva si uno quiere escribir sobre ella.
Lo primero que llama la atención es el peso del aire. El calor y la humedad entorpecen hasta la respiración, y la ropa empieza a pesar, empapada y adherida al cuerpo. Cada paso exige concentración. La gestión de la fatiga es fundamental, y es muy difícil ocuparse de nada que no tenga que ver con la inmediatez del presente. De algún modo se rompe ese espejismo en el que solemos vivir en ciudades como Singapur o Madrid… Y nos damos cuenta de que nada está bajo nuestro control, ni somos independientes. Nosotros, a diferencia de otros animales, no somos nada sin el grupo: la selva te recuerda que tienes que confiar en los que saben más que tú y ayudar al que se queda atrás. Allí cobran de nuevo sentido palabras como lealtad, confianza y respeto, porque te juegas mucho cuando no son verdaderas.
La selva te obliga a ir despacio. Te recuerda a cada paso qué es lo que de verdad importa, más allá de esa maraña de preocupaciones abstractas que suelen ocuparnos la mente. En nuestra vida diaria dejamos que nos atormenten mil trivialidades, y lo urgente acaba desplazando a lo importante. La selva borra todo eso y te desnuda, devolviéndote a lo fundamental: ¿Esta cantidad de agua será suficiente para todos? ¿Qué es ese ruido? ¿Estamos caminando en círculo? ¿Cuántos metros más antes de que se me doblen las rodillas y mi cuerpo me obligue a detenerme? Allí empiezas a entender mejor tu propio instinto y las relaciones entre las personas. Y yo quería hablar de eso en el libro, explorar lo que surge entre nosotros cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles.
P-. ¿Cómo es viajar sola en una expedición?
R-. Yo siempre viajo sola, pero siempre viajo acompañada… Me explico: aunque vaya por mi cuenta, procuro unirme a expediciones y aprender de la gente que ya está sobre el terreno. Creo que es importante no dejar nunca que el viaje comience con el viaje. El viaje debe empezar antes del viaje: con la ilusión de imaginarlo, pero también con la preparación y la planificación. Siempre me pongo en contacto con asociaciones y grupos locales explicándoles mi proyecto y ofreciendo mi ayuda de distintas maneras. Una vez allí, esto me permite situarme y avanzar en la dirección que requiere la novela. En este caso fue fundamental el apoyo de la Fundación para la Conservación del Hábitat del Orangután en el Kalimantán (Orangutan Foundation International) y el personal del Museo Etnográfico Balanga de la ciudad de Palangkaraya, además de otros grupos de la zona.
En general mis viajes no suelen ser visitas aisladas, porque mi intención es entender los lugares a través de las personas que los habitan. Para eso necesito volver, y seguir volviendo. Me gusta pensar que cada encuentro es sólo el primero. Por eso suelo retomar rutas y planificar períodos de contacto sucesivos (en este caso, a lo largo de siete años).
P-. Y como autora, ¿dirías que eres disciplinada o escribes solo cuando te visitan las musas?
R-. Bueno, la verdad es que yo escribo siempre. De hecho, todos los días. Llevo haciéndolo desde pequeña y ni siquiera sabría cómo hacer para parar… A veces me faltan horas en el día para todo lo que me gustaría hacer, pero… Ya sabes lo que dicen: siempre se encuentra tiempo para aquello que se ama.
P-. ¿Tienes alguna manía a la hora de escribir?
R-. Sí. Siempre tomo notas a mano… Pero luego no entiendo mi letra, así que cualquier parecido entre lo que planeé y lo que acabo escribiendo es pura coincidencia, ja ja.
P-. Y para terminar, ¿cuál es tu próximo viaje? ¿Terminará en libro también?
R-. En este momento estoy preparando un viaje por mar: participaré en la circunnavegación de las islas Svalbard en una goleta de tres palos. He recibido la beca para creadores de la fundación The Arctic Circle, y estaré trabajando con ellos en su proyecto de 2024 en el Círculo Polar Ártico.
Me gustaría que este viaje y otros anteriores que he realizado por esas latitudes sirvan de base para una historia que tengo en mente. En realidad, no sé cómo será el próximo libro; pero en el centro seguro que acabará estando todo lo que me apasiona: los viajes, la historia y la exploración geográfica. Y habrá acción… y misterio. Ya lo iréis descubriendo. Sea como sea, espero que el viaje vaya bien, porque además de vivirlo necesito sobrevivirlo: ¡tengo que volver para contároslo!