Amazona llegó a las librerías (y a nuestras lectoras de la colección Noir) con la etiqueta de thriller psicológico, pero es mucho más. Esta novela, opera prima de la guionista Nuria Bueno, es la historia de una mujer separada, vulnerable, perdida, inmersa en un infierno personal, que ha perdido sus referentes y, aún peor, puede perder a su hijo.
Hemos tenido el honor de hablar con su autora durante la presentación de la novela el pasado mes de abril en el centro de Madrid. Una charla distendida y enriquecedora donde Bueno, licenciada en Comunicación Audiovisual y apasionada de la escritura desde su infancia, nos desveló algunas claves del proceso creativo y los aspectos más interesantes de Amazona (con mucho cuidado de no hacer spoiler, eso sí).
PREGUNTA. Tu nombre aparece en los créditos de series tan conocidas como Compañeros, Más que amigos, El internado, Águila Roja, LEX… ¿Cómo, cuándo y por qué decides pasar del guion a la novela?
RESPUESTA. No fue una decisión espontánea sino una coyuntura. Yo había escrito siempre, desde niña. Pero empecé a trabajar como guionista muy joven y con muy buena suerte. De manera que la escritura fue quedando relegada. Tuve un parón profesional y cuando a los guionistas nos deja de entrar trabajo, muchos probamos con la literatura. Mi parón fue la pandemia. Entre los proyectos que yo tenía en mente, había uno que llamaba mucho la atención cuando lo contaba. Era Amazona. Y pensé «bueno, si ha de ser en algún momento, tiene que ser ahora y con esta historia».
P.- ¿Y cuánto tiempo te llevó escribirla?
R-. Unos seis o siete meses, con un paréntesis en el medio. La historia fluía muy bien, me sorprendí. Una vez que empecé a adentrarme en el personaje de la protagonista -Adriana- y comencé a analizar qué es lo que le había pasado y por qué, fue un proceso ligero.
P.- Porque esta trama, ¿te rondaba desde hace tiempo? ¿Cuál es su origen?
R-. El germen de Amazona está en las noticias que cada dos por tres vemos, leemos o escuchamos y en todas las emociones que te movilizan de rabia, de impotencia… Yo quería hacer algo con eso. Y en un momento me vino la frase «Voy a matar a tu hijo», que es como empieza la novela, y a partir de ahí ya vi cuál era el conflicto. Pensé, «imagínate que tienes que llevar a tu hijo pequeño a una persona que sabes que lo va a matar, no puedes hacer nada para evitarlo y, si además lo estás llevando a las seis de la tarde delante de todo el mundo, nadie te va a prestar ayuda. A mí eso me pareció terrible. Además me permitía abordar el tema de la violencia vicaria y de la violencia de género».
P.- Siendo una novela donde hay abuso, violencia vicaria, violencia machista… también hay lugar para la compasión, la generosidad. De hecho, de alguna forma ahondas en las motivaciones de las personas para hacer el bien.
R-. Pienso que en la novela, como en la vida, eres todo lo bueno que las circunstancias te permiten ser… salvo en el caso del villano [Marcos, la expareja de Adriana]. Pero sí que hay personajes muy positivos que al mismo tiempo son personajes muy dañados. Creo que en el abanico de personajes prima lo positivo. Es cierto que uno de los personajes está arrasado por esa violencia, le ha desbordado, no ha podido más. Pero en cuanto a valores, pienso que los personajes de esta novela hacen lo que pueden. En algunos casos lo que pueden es sobrevivir muy malamente. Están muy lejos de poder dar su potencial porque les ha pasado un tractor por encima.
P.- En cuanto a la protagonista, Adriana, nos presentas a una mujer brillante, con mucho talento, pero cuando la conocemos al inicio de Amazona está perdida, duda de su propia cordura. ¿Cómo ha sido construir este personaje?
R.- Al comienzo de la novela Adriana empieza su primer día de trabajo en una empresa de limpieza traumática, que igual te limpian un síndrome de Diógenes que un crimen. Y ahí la protagonista no solo no se espanta, sino que dice que es el único trabajo que puede hacer y que además es hasta deseable para ella hacer ese trabajo. Entonces me planteé: «¿Qué le ha pasado a una persona, que ya se nos está diciendo desde la página 4 o 5 que es una mujer muy preparada, brillante, con carrera, para que en un lapso de diez años le parezca lo más normal enfundarse un mono y ponerse a rascar vísceras?»
Lo que hice fue intentar meterme en su mente y entender por dónde entra este tipo de maltrato psicológico, que a mi modo de ver lo hace siempre por el lado emocional, a través de un enamoramiento o de un proceso en el que te expones, estás en modo vulnerable y una vez que han llegado al núcleo de lo más íntimo que tú tienes, saben darte hasta en el carnet de identidad.
Los villanos son muy divertidos de escribir. Cuanto más subes su umbral de maldad, mejor es tu antagonista
P-. Y ahora que introduces el personaje de Marcos, el exmarido, ¿cómo ha sido para ti convivir con este personaje tan cruel?
R.- Los villanos son muy divertidos de escribir. De hecho, cuanto más subes su umbral de maldad, mejor es tu antagonista. Si crease un villano que es medio tonto, lo primero es que el lector no se va a creer nada y además, me devalúa a la protagonista. En este caso a mí no me interesaba explicar su maldad. Aparte que creo, como dice uno de los personajes, que hay una maldad que llega a un punto en el que no se explica. Y si haces el intento, fracasas. Si diseccionas la maldad, pierde atractivo, le vas a ver los engranajes.
P-. Hay un tercer personaje, el inspector Alberto Beranga, que te sirve de excusa -junto a algún secundario más- para abordar el tema de la salud mental.
R.- Me interesaba mostrar una persona que tiene un problema de salud mental, porque es cierto que ya no es un estigma. Justo he hablado de ello en una entrevista con el periodista Ángel Martín a propósito de su libro Por si las voces vuelven. De repente parece que la salud mental ya puede entrar en la foto. Está muy bien contarlo y ponerlo encima de la mesa, pero me da miedo la glamourización de la enfermedad mental. Frivolizar con la depresión y la ansiedad. En la novela me daba miedo caer en eso. Lo que he querido mostrar en Amazona es que si tú tienes una depresión, te impide trabajar, te tienes que coger una baja, no te deja tomar decisiones, te paraliza por el miedo. Una mierda. Lo mires por donde lo mires. Mi intención ha sido mostrar cómo es de incapacitante.
P-. En cuanto al título de la novela, Amazona, es un mito con una carga simbólica muy potente. ¿Lo tenías claro desde el principio o surgió una vez que ya estaba rodada la historia?
R-. Surgió al principio. Porque es muy brutal. Cuando ves esas noticias sobre violencia vicaria y violencia machista dices, «¿cómo se le hace frente a esto?». Y la de la amazona era una imagen que me transmitía poder. Me parecía muy inspiradora para escribir. Una mujer que trasciende el daño, que sabe cómo se tiene que defender, que no es victimizándose, que es atacando a su vez. Es un mito que a mí desde luego me daba ánimo y me inspiraba.
La de la amazona era una imagen que me transmitía poder. Me parecía muy inspiradora para escribir.
P-. Adriana acude en un momento de la novela a un grupo de apoyo. Las realidades de este grupo son muy diversas, pero todas muy duras. ¿Cómo te documentaste, acudiste a un grupo de apoyo real? Porque todos los perfiles que retratas son muy reales.
R-. Por la pandemia no me pude documentar. Todo se lo debo al bagaje como guionista de crear personajes y de contrastarlos. Dado que la protagonista sufría violencia psicológica, quise abrir un poco el abanico al maltrato físico con las mujeres de este grupo de apoyo.
P-. Para ser guionista, no introduces demasiadas referencias cinematográficas más allá de la referencia explícita a Dentro del laberinto. ¿Te ha costado contenerte?
R-. No, para nada. Creo que cuando te gusta mucho el cine o la televisión, las referencias ya las tienes en la manera de contar las cosas. Lo de Dentro del laberinto sí porque era instrumental, sabía que lo iba a usar como frase de poder en un momento dado.
P-. Esta novela va de más a mucho más, es un cohete. Despegas en la primera página y ya no aterrizas hasta el final. Cuéntanos cómo consigues mantener la tensión y ese ritmo trepidante.
R-. De nuevo, creo que es algo que le debo a los recursos aprendidos en guion, en el que tienes que apelar a un público que tampoco te da mucha oportunidad. Enseguida le tienes que atrapar. Cuando tengo un buen principio y sé cuál va a ser el final, normalmente este es muy agradecido porque tú lanzas unas preguntas al comienzo, las contestas y a poco bien que hayas hecho las cosas, llegas y el desenlace levanta. El problema es la meseta, la maldición del segundo acto. Lo que hice fue introducir a personajes que no estaban en primera línea al principio y se te acercaban para darte un elemento brutal. Para que aquello detonara y dijeras, «uf, sube el peligro, vamos para arriba».
P-. ¿Cuál es tu parte favorita de la novela?
R-. El proceso de demolición de Adriana. Cómo ella poco a poco va bajando al infierno.
P-. Fred Vargas, autora superventas francesa, dice que la novela negra es uno de los más potentes antidepresivos porque su lectura consigue atraparte y hacer que olvides tus propios problemas. ¿Tú a quién le prescribirías la lectura de Amazona?
R-. A alguien que quiera meter la cabeza en un libro el viernes por la tarde y no dejarlo en todo el fin de semana. Y a todo aquel que le guste el drama psicológico, que le guste el thriller con asesinatos en serie, que disfrute con una cuenta atrás. Y luego, por supuesto, a personas sensibilizadas y que les apetezca tratar el tema de la violencia de género y de la violencia vicaria.
P.- Otro autor superventas, en esta caso el noruego Jo Nesbo, confiesa que cuando empieza a escribir una historia se siente muy vulnerable y prácticamente desnudo durante el proceso. ¿Qué sensaciones has tenido tú a la hora de escribir Amazona?
R.- En la primera mitad, como la narración fluía, estaba entusiasmada. Pero tuve un parón bestial porque de repente la realidad se metió en el centro de la historia. Ocurrió una tragedia real que salió en todas las noticias y dejé de escribir. No pude seguir haciendo la novela, porque me parecía que todo lo que yo escribiese no iba a estar a la altura. Todo lo que hacía me parecía muy flojo, una impostura, incluso oportunista. Tuve que echarle oficio porque había empezado y yo una historia no te la dejo sin terminar. Pero la parte luminosa del principio, en la que me sentía muy entusiasmada y lo veía muy fácil, cuando se metió la realidad de esa manera tan bestial por medio, se apagó. Le tuve que echar más oficio. Fue un momento duro.
P.- Ahora que te has estrenado como escritora, ¿dirías que disfrutas más escribiendo o leyendo?
R.- Leyendo. Me quedo con la lectura.
P.- ¿Cuáles son tus referentes literarios? ¿Te identificas con algún autor o autora en particular?
R.- Desde los cuentos de Alice Munro a Doris Lessing, Mariana Enríquez, Nabokov, Cormac McCarthy y La carretera… Todos me motivan mucho.
P.- Te has estrenado con un thriller pero, ¿te gustaría explorar otros géneros?
R.- Sin duda, me gustaría explorar. Cuando eres guionista, a veces te piden una comedia, otras un drama… tienes que hacer de todo. Yo he entrado en la escritura con una edad, estoy en una etapa de deslumbramiento y enamoramiento y, claro, en un género no me quedo (risas). Quiero hacer otras cosas. Puedo hacer otras cosas.
P.- A la hora de escribir, ¿eres como estos autores que se marcan una disciplina de sentarse todos los días, un número fijo de horas, o escribes por impulso?
R-. No, yo me siento todos los días. De lunes a viernes, estoy sentada a las ocho y media en el ordenador. Pero a lo mejor te escribo tres días. Eso sí, esos tres días ¡lo que te escribo!
P.- ¿Te consideras una escritora maniática? ¿Tienes un ritual especial?
R.- No, escribo en una mesa que me hizo mi marido. Eso me encanta. Y escribo con música. Y prefiero el mal tiempo, eso sí. A mí me das un buen nublado, una lluvia…