Marisa Martínez Pérsico: «No podría abandonar la escritura porque pondría en juego mi identidad»

Marisa Martinez Persico, autora
Greta libros con Garbo monograma G

Sus raíces personales son argentinas, sus raíces ancestrales son españolas y su país de adopción es Italia. Se siente poeta y escritora por encima de todo y prueba de su creatividad desbordante y de su rico bagaje cultural y personal es su última novela, Animales blancos (Ril Editores, 2024). Una lectura soberbia que rescata un cruento episodio de la II Guerra Mundial apenas conocido y lo enlaza con el fantasma actual de la maternidad en las mujeres de mediana edad. Hablamos con Marisa Martínez Pérsico sobre su libro pero también sobre las raíces, la memoria y las inseguridades.

Novela Animales Blancos

PREGUNTA. Nacida en Argentina, con raíces españolas y residencia en Italia. ¡Menuda combinación explosiva! ¿Te sientes más de un país que de otro?

RESPUESTA. No me siento italiana, a pesar de mis casi quince años vividos aquí, pero sí me siento argentina, y también española. Mi abuela materna nació en Pontevedra, se exilió en 1938 en Buenos Aires y mi relación con ella fue muy cercana desde la infancia. Murió cuando yo tenía 22 años. Ella me acompañó a la presentación de mi primer libro de poemas, Las voces de las hojas, en 1998, en un centro cultural de Lomas de Zamora ya desaparecido. A pesar de no haber terminado la escuela, de caminar con bastón, de usar pañales para adultos, quiso estar ahí sentada en primera fila para escuchar a su nieta. Nunca voy a olvidar ese acto de amor, de confianza y de lealtad. Ella me dio una primera imagen de España -la España vencida y perseverante, trabajadora y digna– que es la que perdura en mí y que explica mi amor por este país.

P-. ¿Te planteaste alguna vez dedicarte a algo que no fuesen las letras?

R-. Condicionada por las expectativas de mi padre, apenas terminé la escuela me matriculé en Ingeniería Química en la Universidad de Buenos Aires. Pensaba seguir leyendo y escribiendo de manera autodidacta (porque ya había publicado poemas y artículos en revistas desde los 15 años). Pero aguanté un semestre. Después me matriculé en Letras, cursé el doble de las asignaturas para recuperar el tiempo perdido y nunca más dejé ese rumbo.

P-. De tu bagaje como filóloga, traductora, poeta y escritora… ¿cuál pesa más? ¿A cuál no podrías renunciar bajo ningún concepto?

R-. Yo creo que esas cuatro prácticas con el lenguaje se articulan muy bien, se enriquecen unas y otras. Como soy curiosa y por naturaleza me gusta el cambio, después de traducir necesito ponerme a investigar, y más adelante escribir textos de creación, en lo posible alternando géneros. De esta manera, cuando retomo una traducción, un artículo, un capítulo de novela o un poema vuelvo regenerada, con nuevas ideas y ganas. Creo que sí podría renunciar a la traducción. La filología es un método que ya me pertenece. La escritura (poesía y narrativa) no podría abandonarla porque pondría en juego mi identidad.

P-. ¿Por qué decidiste pasar de la poesía a la narrativa? ¿Con cuál de los dos géneros te sientes más cómoda?

R-. En verdad sigo escribiendo poesía (tengo cuatro libros inéditos), un guion de futura novela, un tema para otra novela posterior y varios cuentos nunca publicados que rescaté hace unos meses de distintos pen drives. Estoy poniendo en orden estos archivos. Sucede que en la poesía me siento más consolidada, pero mi corazoncito me dice que empieza un momento importante con la prosa. Mi brújula, ahora mismo, me lleva más a la novela.

P-. Tu última novela editada por Ril Editores está cargada de simbolismo, empezando por el título. ¿Por qué llamarla Animales blancos?

R-. El título está tomado de un pasaje del libro Historias del señor W. del poeta y filósofo español Jorge Riechmann. Él es un activista de la ecología, así que los animales en su obra aluden a esta dimensión. En cambio, yo le doy un giro histórico y gender. Animales, porque reivindico la condición animal que rige el instinto de maternidad en algunas mujeres, como le pasa a la protagonista, Julia. Me refiero al sentido más básico de respuesta a la perpetuación de la especie. Ella lo vive así, como una pulsión visceral, a diferencia de otras mujeres del libro, como su amiga Imelda. La novela no plantea una única forma de posicionamiento (o validación) frente a la maternidad, pero está focalizada en Julia. Y el blanco, un color culturalmente asociado a la pureza, adquiere aquí una deriva siniestra porque está vinculado con las desapariciones forzadas: alude a los huesos humanos hallados en las fosas del norte de Italia y a los de las víctimas de la última dictadura militar argentina. Quise darle esta doble significación: positiva-individual (maternidad) y negativa-colectiva (genocidios).

P-. ¿Cómo diste con las foibe y en qué momento pensaste que eran material para una novela?

R-. Yo, como Julia, trabajo en la Universidad de Údine, aunque no enseño Historia. Obtuve en el año 2020 la plaza de investigadora en Lengua y Traducción Española por concurso público sin haber estado nunca en esa región, Friuli Venezia-Giulia. Trabajando allí, empecé a ir a museos, a recorrer calles, a leer carteles y placas. Así fue como me enteré de la existencia de las fosas, de las que jamás había escuchado hablar. Profundicé en Internet, compré libros específicos, fui a la Casa de la Memoria de Roma (sede de la Associazione Nazionale Venezia Giulia e Dalmazia) a consultar revistas de época. Me dije: esto no ha sido contado y lo tengo que hacer.

Animales Blancos, novela

P-. ¿Te encontraste con los mismos obstáculos que Julia, la protagonista, a la hora de documentarte?

R-. No, no me encontré con esos obstáculos, pero la masacre de las fosas es un tema que hoy en día divide a Italia, porque investigar lo que sucedió en los años 40 es visto como una forma de reparación de quienes se alinearon con los fascistas. Sin embargo, lo que cuento en la novela es real, basado en testimonios de familiares: hubo muchas víctimas no alineadas políticamente y un ensañamiento con la población civil que sigue sin investigarse.

P-. Tu novela ahonda en dos temas: (recuperar) la memoria histórica y la fecundación in vitro. Julia sirve de hilo conductor entre ambos. ¿Cómo fue el proceso de crear un personaje tan poliédrico?

R-. Julia es un personaje que ejemplifica un conflicto subyacente, silenciado, de su núcleo familiar primario. Un conflicto del que ella no es consciente hasta que empieza a plantearse la posibilidad de ser madre. Es una especie de enlace entre dos generaciones: la de sus padres y la del hijo/a que desea tener. Lo que le pasa a Julia me recuerda a la psicoterapia conocida como constelaciones familiares, que sostiene que las personas interiorizan patrones y estructuras en las relaciones familiares primarias que quedan memorizados y que funcionan como esquemas afectivos que impactan en su forma de vincularse durante la adultez. Ella creció con dudas sobre el comportamiento de sus padres cuando era chica, momento que coincidió con los últimos años de la dictadura militar argentina, y esas dudas regresan cuando elige ser madre. Metafóricamente, se verifica un cambio de rol: de ser solamente hija pasó a imaginarse madre. Y ahí se da la crisis: la investigación hacia atrás. Como si imaginar su futuro la catapultase a su pasado. Nací y crecí en Argentina, así que estoy imbuida en la práctica del psicoanálisis (que leí, estudié y experimenté como paciente varios años). En la construcción del personaje de Julia intervinieron mis lecturas de Freud, de Winnicott, de Lacan.    

 P-. ¿Cuántas lectoras te han confesado sentirse identificadas con Julia?

R-. La novela salió en junio, no hace mucho, pero hubo varias lectoras treintañeras que me confesaron que la maternidad es un fantasma para ellas porque no están en pareja, no les resulta fácil consolidar vínculos y en el futuro querrían ser madres. Tienen miedo del paso del tiempo. Una me dijo «Marisa, es que no hay hombres». Naturalmente, se refería a hombres con quienes concretar este proyecto, no a parejas ocasionales. Animales blancos es una novela que puede ser dolorosa porque refleja, en buena medida, la precariedad de los vínculos sexoafectivos actuales, pero a su vez intenta hacer tomar conciencia a las mujeres de la urgencia de evaluar su proyecto (o no) de maternidad cuando todavía están a tiempo.

Me refiero al empoderamiento físico y emocional: desde congelar óvulos hasta considerar sin miedo la posibilidad de monoparentalidad o de copaternidad. Es, también, una denuncia de los sistemas educativos que no incluyen suficientemente en sus programas el tema de la natalidad deseada (pero sí cómo prevenir la indeseada) y, especialmente, una crítica de los sistemas de salud que no contemplan en su agenda de prioridades el acceso a los tratamientos de fertilidad asistida. Así, las clínicas privadas terminan convirtiéndose en posibilidades para las privilegiadas. Hace pocos días una lectora me escribió este mensaje: «He disfrutado especialmente la exploración tan contrastada y profunda de la memoria, tanto histórica como personal (y de cómo ambas se entrecruzan inevitablemente), he agradecido que hayas incluido aspectos de la sexualidad femenina tradicionalmente excluidos de la literatura y temas como la maternidad tardía o el aborto. Me ha encantado percibir también la presencia de tu poesía en la prosa». Esta lectora se llama Clara, tendrá unos 25 años y estudió la maestría en literatura hispanoamericana en la Universidad Complutense de Madrid.

P-. La trama de Animales blancos aborda una realidad dolorosa. Más bien varias realidades dolorosas. No es una novela amable pero tampoco ahoga, Julia deja pasar la luz y regala risas. ¿El drama con humor cala más?

R-. Creo que el humor humaniza y ofrece formas de catarsis recomendadas para el tratamiento de temas tan duros como los de esta novela, tanto los que conciernen a la dimensión individual como a las realidades colectivas. Adoro la forma en que Luis Landero adopta el humor incluso en sus novelas que exponen dramas íntimos lacerantes. Este autor es una influencia para mí.

P-. La historia transcurre en Europa pero hay guiños a Argentina. ¿Cuánto hay de homenaje a tu familia en este libro?

R-. Contra lo que podría parecer, no es una novela autobiográfica. Digo “contra lo que podría parecer” porque yo nací, como Julia, durante la dictadura militar, y en el mismo año, 1978. Mi padre también era ingeniero mecánico. Pero estas semejanzas con mi vida me dieron la posibilidad de identificarme mejor con los personajes, nada más. Lo de los vecinos desaparecidos sí es verdad.

P-. ¿Italia seguirá siendo tu país de residencia? ¿Te planteas volver a la Argentina?

R-. Más bien me planteo volver a vivir a España, conservando la residencia en Italia, por motivos laborales. Viajaría mucho, pero esto ya es parte de mi vida cotidiana desde hace tiempo. En el corto-medio plazo es posible que me establezca en Cataluña. Mi hija María del Mar, cuando termine el instituto en Italia, quiere hacer la universidad en España. Yo viví en Salamanca mientras estudiaba (maestría, doctorado) y en Barcelona (mientras escribía mi tesis doctoral en la Biblioteca de Catalunya). El corazón me empuja a una nueva mudanza…     

Marisa Martinez Persico, autora

P-. El final de la novela es, cuanto menos, sorprendente. También había una vuelta de tuerca en tu anterior obra. ¿Te gusta jugar con el lector?

R-. Sí, me gusta jugar con el lector porque es lo que más me gusta experimentar como lectora: que la trama me sorprenda. Además, me seduce la idea del artificio literario. Los finales sorprendentes son, para mí, una forma de mostrar las costuras de la creación, el trabajo de estructura, de orfebrería autoral. Por supuesto, intentando cuidar siempre la verosimilitud, es decir, que la historia sea creíble.

P-. ¿Qué te llevas de la escritura de Animales blancos

R-. La disciplina narrativa. Fue un libro metódico, en el que calibré cada elección técnica: cómo intercalar los capítulos, dónde insertar los testimonios, la cantidad de páginas dedicadas a cada uno de los ejes temáticos, tonos y registros de cada personaje. Dónde permitir un préstamo puro (una palabra o construcción en italiano) y dónde no. Repetía en voz alta los títulos de los capítulos para percibir mejor los sonidos (oficio heredado de la poesía y de su traducción). En este sentido, es una novela mucho más ambiciosa que mi anterior Las manos en la madre. Me llevo otra experiencia hermosa, que hasta el momento no había vivido: me puse en la piel de los personajes de Pirandello o de Unamuno conversando con sus autores. Porque Julia se independizó completamente de mí, me reclamaba que le hiciera decir o hacer determinadas cosas que no estaban en mi plan original. Cuando terminé la novela lloré porque sentí que había perdido a una amiga. La sentí de carne y hueso, completamente ajena a mí. Defendió sus «urgencias existenciales» hasta la última página. Y antes de irse me dijo que había hecho bien la tarea.

P-. ¿Qué proyectos literarios avistas en tu horizonte más próximo?

R-. Tengo escrito el guion de otra novela y sé que me voy a divertir escribiéndola, no porque el tema sea amable (aunque habrá humor también) sino porque me está empezando a pasar que salgo a la calle a la pesca de gestos y modos (de la gente en el tren, en el supermercado, etc.) que me ayuden a dar credibilidad y espesor a los personajes. Empieza a ser una tarea detectivesca. Este juego lo disfruto.

 Y EN CUANTO A LA MARISA MARTÍNEZ PÉRSICO LECTORA…

Antes de finalizar esta entrevista, le preguntamos a la escritora argentina cuáles son sus manías, debilidades y rituales lectores.

¿Te compras un libro por su portada?

La portada me atrae, pero nunca compraría un libro por su portada. Si no tengo referencias previas apelo a la lectura en diagonal (solapas, índice, páginas al azar).

¿Qué libro tienes en tu mesilla de noche ahora mismo?

La novela Centroeuropa de Vicente Luis Mora y el libro de poemas Sonata mulattica de Rita Dove.

Si un libro no te engancha en las primeras veinte páginas…

Lo abandono temporariamente y lo retomo más adelante. Creo que los estados de ánimo (y las edades) condicionan la recepción de un libro.  Le doy más oportunidades.

¿Lees más poesía, narrativa o ensayo?

Leo los tres, por motivos de interés personal y laborales. Ensayo, poesía y narrativa, en ese orden.

¿Con qué autor/a del pasado te hubiera gustado tomar un café?

Con la uruguaya Delmira Agustini.

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1 comentario en “Marisa Martínez Pérsico: «No podría abandonar la escritura porque pondría en juego mi identidad»”

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