Indonesia: cinco tesoros que no puedes perderte

Indonesia
Greta libros con Garbo monograma G

La escritora y lingüista Nina Melero, gran conocedora del Sudeste Asiático, nos descubre los rincones más sorprendentes de Indonesia a propósito de su última novela de aventuras, Los diamantes de Kalimantán. De lagunas escondidas a bailes ancestrales, pueblos de pescadores o cafés tradicionales… estos son cinco tesoros del archipiélago indonesio que no puedes perderte.

Indonesia según Nina Melero

 

Al otro lado del mundo existe un lugar donde decenas de miles de islas flotan como extraviadas en mares color turquesa. Es la región que los navegantes chinos llamaban Nán yáng, los mares del sur. La identidad misma de Indonesia está vinculada a sus mares: los imperios ya olvidados de Srivijaya y Majapahit se concebían a sí mismos como talasocracias, es decir, reinos del mar. Y no es casual que en la actualidad el nuevo nombre propuesto para el país sea Nusantara: «Archipiélago». Una constelación de islas que, en este caso, son como pequeños universos en sí mismos, ya que cada una tiene sus propios grupos étnicos, religiones, lenguas, culturas, paisajes… Un festival de diversidad. Y un territorio abierto a la exploración y la aventura, que son, al fin y al cabo, las dos pasiones que han movido desde siempre a los seres humanos.

Cuando estaba investigando para mi cuarto libro (al que decidí nombrar precisamente así, Archipiélago) descubrí algunos lugares que me sorprendieron y luego acabaron siendo muy queridos por mí. En ellos situé algunas escenas de esa novela, que contiene una travesía por mar desde el urbanizado y civilizadísimo Singapur hacia «el salvaje este» indonesio, más allá de las Molucas. Lo mismo sucedió con mi trabajo sucesivo, Los diamantes de Kalimantán, ambientado también en Indonesia, pero esta vez en la isla de Borneo. Ambas novelas se desarrollan en escenarios reales que puede visitar cualquier viajero.

Indonesia está, por supuesto, llena de tesoros por descubrir y redescubrir; y muchos de ellos son archiconocidos. Los mares de Bali y Lombok son paraísos del surf y del buceo, los conos volcánicos perfectos acaban inmortalizados en miles de fotos, y los templos medievales de Borobudur son algo que desde luego hay que ver una vez en la vida.

Pero yo no estoy aquí para hablaros de eso. Quería compartir con vosotros cinco momentos míos, cinco lugares menos frecuentados que podéis también explorar y hacer vuestros. Os cuento.

1. LAGUNA DE ISLA SATONDA

Tambora o Krakatoa son nombres míticos, pero también terroríficos: los de los dos volcanes indonesios que un día estremecieron a la humanidad oscureciendo los cielos y cambiando el clima de la Tierra. No muy lejos de donde se yergue el cráter del Tambora -sobrecogedor- se encuentra una humilde isla, perfecta en su diminuta redondez: Satonda. Ella misma es hija de un volcán. Su caldera esconde hoy una laguna de aguas oscuras que parece atrapar el cielo entre la verde exuberancia que la circunda. Nadar en ella produce una sensación extraña. No es sólo por su opaca profundidad, sino por estar rodeado de crestas solitarias de más de trescientos metros. Llegar a la laguna no es fácil. Pero no debe serlo: los lugares sagrados hay que ganárselos. Y sabe mejor el baño, después de sudar y reír ascendiendo hasta allí con un grupo de amigos. Elígelos bien; son ellos los que darán sentido a tu viaje.

Isla Satonda, Indonesia

2. ENSAYO DE BAILE EN BALI

Bali es una isla que, curiosamente, vive de espaldas al mar. Su verdadero corazón está en el centro, entre los arrozales, las cascadas y los templos hinduistas de la pequeña ciudad de Ubud. La balinesa es una de las culturas indonesias más conocidas fuera de sus fronteras. Occidente siempre se ha sentido atraído por la vistosidad de sus ceremonias y por su folclore milenario, tan vivo hoy como cuando los primeros europeos pusieron pie aquí en el siglo XVI.

La música y la danza son algo especial. Además del baile de máscaras —el famoso topeng—, no hay que perderse la danza de niñas y mujeres, el legong. Merece la pena levantarse pronto, hacerse con un buen desayuno en uno de los puestos callejeros del centro de Ubud e internarse en los patios de cualquiera de los templos. Las bailarinas ensayan allí desde las 5 de la mañana: Indonesia es un país que se pone en marcha a la salida del sol.

Los movimientos de la danza balinesa, de un ensimismamiento extraño, son bruscos y al mismo tiempo delicados. Algunos de estos bailes representan las intrigas de los dioses y otros el cortejo de los insectos. Los gestos resultan implacables pero ligeros, como el aliento o el pestañeo. La bailarina usa la cara en el baile: su sonrisa, entre dulce y cruel, encierra el enigma de lo divino. Cuando la música se detiene, la niña regresa… Y la diosa desaparece. Pero nosotros permanecemos extasiados, aún un momento… La boca abierta que inevitablemente se transforma en sonrisa.

Danza balinesa, Indonesia

3. CAFÉ BATAVIA

Dicen que la mejor manera de ocultar algo es dejarlo a la vista. Y éste es posiblemente un ejemplo de ello.

Hay en Java un café por delante del cual pasan, cada día, miles de personas. Está en Kota Tua —la antigua Yakarta—, en una plaza principal y cerca de famosos edificios coloniales. Es mejor visitarlo en las horas de más calor, cuando el sopor aplasta la ciudad. Así podemos adentrarnos en la oscuridad del café sin demasiada compañía más allá de los parroquianos habituales, interesantes en sí mismos: europeos de cierta edad que desde luego no están en la ciudad de visita.

Sobre las preciosas losas blanquinegras del suelo se abre una galería protegida del sol por persianas enrollables, hechas con finas tablillas de madera. En las mesas la gente bebe y juega a las cartas. Las aspas de los ventiladores giran perezosamente en el techo. El único ruido que se escucha son los pájaros que cantan en el patio interior y el murmullo de las conversaciones, casi susurradas. A pesar del ambiente relajado, se respira un aire de confidencia, de estrategia, de negociación. En aquel lugar parecen haberse decidido grandes cosas; y, por lo que se ve, los asistentes siguen decidiendo algo o pensando que aún pueden decidirlo.

En cualquier momento podría aparecer por las puertas uno de esos funcionarios británicos extraviados en los trópicos de los que hablaban Joseph Conrad o Somerset Maugham. Nosotros nos quedamos aquí, por si acaso. Degustando un vaso de bandung, agua helada de rosas… O un copazo de ginebra.

Café Batavia, Kota Tua

4. LÍNEA WALLACE

En Indonesia es posible cambiar de hemisferio; ver en una isla la estrella polar y en otra la Cruz del Sur. Pero también es posible saltar de continente. Para ello hay que atravesar la línea imaginaria que el naturalista Alfred R. Wallace descubrió en sus temerarios viajes por el Archipiélago. Esta línea, situada entre las islas de Bali y Lombok, marca la frontera entre dos mundos: Asia y Oceanía. La separación entre dos placas tectónicas -cubierta por un mar inquieto y de gran profundidad- ha impedido la migración de las especies, lo que resulta en líneas evolutivas diferentes.

Esa frontera es distinguible para cualquier viajero: las junglas dan paso a paisajes agrestes, los elefantes y tigres (antaño abundantes al oeste de Indonesia) a las cacatúas y marsupiales. El paisaje al otro lado de la línea tiene poco que ver con los verdores de Borneo. Allí empieza el dominio de los dragones de Komodo; y el panorama, desnudo en su sencillez de playas y volcanes, es de una pureza primigenia.

Cruzar la línea Wallace en barco es toda una experiencia. Recomiendo zarpar de un pequeño enclave surfero del norte de Bali, Amed, y dirigirse hacia las islas Gili. Eso sí, llevad pastillas para el mareo… Las vais a necesitar.

Dragon Komodo, indonesia

5. LABUAN BAJO

La isla de Flores es un lugar perfecto para llegar a Indonesia, pero también para dejarla atrás. Sería bonito acabar el viaje con su recuerdo en la mente. Labuan Bajo, al oeste de la isla, es un fondeadero natural usado desde hace siglos por los navegantes de la zona. Hoy en día pueden verse todavía un buen número de barcos tradicionales, los phinisi, que surcan las aguas de la bahía con sus cascos de madera noble y sus velas de colores.

En tierra, es muy fácil charlar con la gente de los mercados y conseguir pescado fresco. Las vistas son impresionantes. Las azules curvas de la playa quedan recortadas entre colinas de roca, que están cubiertas por un terciopelo dorado o verde según la estación.

Y, viendo este mar, no puede uno sino pensar en el viaje de regreso.

Labuan Bajo, Indonesia

Pero ya me contaréis, cuando volváis de Indonesia… Me encantaría saber de vosotros. Mientras tanto, os invito a que sigáis explorando esta región conmigo a través de dos de mis novelas, Archipiélago y Los diamantes de Kalimantán. Nos vemos muy pronto: os espero entre las páginas.

Comparte el post:

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Telegram

Foro de Greta:
¡Tenéis mucho que aportar!

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Responsable: Greta Libros con Garbo. Finalidad: Registrar tu comentario en la web. Legitimación: Consentimiento. Cesiones de datos y transferencias: No se realizan cesiones, salvo a los proveedores de servicios de alojamiento de los servidores ubicados dentro de la UE. Derechos: Podrás ejercer los derechos de acceso, rectificación, limitación, oposición, portabilidad, o retirar el consentimiento enviando un email a hola@gretalibroscongarbo.com

  Acepto la política de privacidad

Carrito de compra
Iniciar chat
1
¡Hola! ¿necesitas ayuda?
Greta Libros con Garbo
¡Hola!
¿En qué podemos ayudarte?