Casares y Camus, un amor tan intenso como imposible

Maria Casares y Albert Camus.
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La suya fue una historia de amor excesivo, intermitente, desgarrador. María Casares y Albert Camus. Enorme actriz ella, gran escritor él. Ella española exiliada en Francia. Él francés nacido en Argelia. Casares soltera. Camus casado y con hijos.

Maria Casares y Albert Camus, una historia de amor real.
Albert Camus y María Casares.

María Casares y Albert Camus fueron náufragos de una historia de amor imposible. Se conocieron en marzo de 1944 en casa del escritor Michel Leiris. Y se convirtieron en amantes unos meses después, cuando los aliados desembarcaban en Normandía. Una fecha épica para un romance superlativo. Porque lo que vivieron Casares y Camus durante los 15 años siguientes fue de una intensidad poco convencional: se amaron, se separaron, se volvieron a amar y, sobre todo, se escribieron.

Casi 900 cartas, más de 1.000 páginas -recopiladas por la editorial Gallimard en 2017 a instancias de la hija de Camus, Catherine-, dan cuenta de la fuerza de su amor, que discurrió entre el vértigo de las separaciones, los amantes esporádicos y los impulsos creativos de estas dos grandes personalidades del siglo XX. Ella, gran dama del teatro francés. Él, Premio Nobel de Literatura con apenas 44 años.

María había llegado a París en 1936. Hija de Casares Quiroga, varias veces ministro y último Jefe de Gabinete de la República, estudió interpretación y, tras superar sus dificultades con el dominio del francés, se estrenó en las tablas interpretando a La Celestina. No tardó en cosechar premios y comenzar a protagonizar importantes producciones teatrales. Apenas contaba 20 años.

María Casares, gran actriz de teatro.

Sus biógrafos dicen de ella que fumaba sin parar y tenía ademanes de niña consentida y pequeñoburguesa. Eran sus admiradoras, mujeres, quienes le escribían las cartas más ardientes. Hasta que llegó Camus, claro. Entonces ella tenía 21 años. El autor de La Peste, 30. Y a la postre, casado en segundas nupcias con Francine Faure, matemática y pianista que en esos momentos se encontraba atrapada en Orán por la guerra.

Desde que Casares y Camus se convierten en amantes -en junio de 1944- hasta su primera separación transcurren apenas unos meses. Camus es posesivo, celoso. La quiere para él solo. Pero decide romper su relación con la actriz gallega poco antes de que Francine dé a luz a los mellizos, Jean y Catherine. Pasarían cuatro años en los que él fue padre y ella aceptó dos propuestas de matrimonio para luego cambiar de opinión. Cuatro años hasta que sus caminos volvieron a cruzarse en el Boulevard Saint-Germain. Spoiler: Ya no se separarán (o al menos de forma tan continuada) hasta la muerte del escritor en un accidente de automóvil.   

Albert Camus, su mujer Francine Faure y sus hijos mellizos.

«CONTIGO APRENDÍ A VIVIR»

Vitoliña, como la llamaban en casa, era una coruñesa intimidante, fascinante y dura. De pelo azabache y mirada felina. Trabajó con los mejores: su rostro aparece en las películas de Carné, Bresson y Cocteau. Aunque ella es sobre todo actriz de teatro, toda una estrella de la Comédie Française. Sobre las tablas es mujer, hombre, reina, rey, Papa. Se hace ubicua: tan pronto está en París como en Nanterre, La Colline o Aviñón. “Antes de ti, fuera de ti, no me adhiero a nada”, le escribe Camus. “Contigo acepté más cosas. Aprendí a vivir”. Camus la conoce mejor que nadie. Tanto o más que su propio padre, en palabras de Casares.

Mientras los demás le llaman Albert, María se refiere siempre a él como Camus. Quiere mantener su intimidad a distancia. Pese a lo desafiante de su relación, en público se muestra púdica. Es la discreción personificada.

Le llegó a escribir todos los días en un intento de vivir juntos, de compartir la vida diaria. “Querida, mi belleza, mi luz”, le respondía él mientras repartía su tiempo entre ella, Francine y varias amantes ocasionales. Sin hijos y sin pareja oficial, Casares también pasó de un amante a otro en un intento frenético por olvidar a Camus cada vez que se separaban.  

Albert Camus y Maria Casares.

RESPETO, LEALTAD Y AMOR ETERNO

Casares ocupaba en la vida de Camus un lugar total pero disimulado, en la sombra. Nadie supo –aunque quizá sí lo sospechaban- el poder y la grandeza del sentimiento que les unía, que desafiaba el paso de los años y sus propias contradicciones. Porque se juraron respeto, lealtad y amor eterno pero no faltaron las dudas, las discusiones, las largas y sucesivas separaciones, las renuncias, tentaciones… Y por parte de Camus, las infidelidades a su propia amante, él que se consideraba un autor comprometido, rebelde y con una idea elevada de la justicia.

«Te sigo paso a paso, hasta la tumba y más allá», le escribía a María mientras permanecía al lado de Francine. Camus no creía en los sentimientos perfectos ni en las vidas absolutas, claro está. Se volcaba en el presente, en “la verdad de los cuerpos”.

En 1959, mientras pasa la Nochevieja con Francine, los niños y la familia Gallimard en el sur de Francia, escribe a María: “Estoy tan contento con la idea de volver a verte que al escribirlo me pongo a reír”.  Y apenas unas horas después, le dedica a la también actriz Catherine Sellers estas líneas: “Hasta el martes, mi querida, te beso y te bendigo, desde el fondo del corazón”. Fue su última carta de amor. El 4 de enero de 1960, el coche en el que regresaba a París junto a los Gallimard se estrelló contra un árbol. Murió en el acto.

María le sobreviviría hasta 1996. Casi cuatro décadas sin el hombre que tanto amó. Años en los que siguió anhelando su Galicia natal, el amor, una familia. María sobrevivió al recuerdo de Camus afianzando su presencia apabullante en la escena gala (su apellido cambió a Casarés y entre otros galardones recibió la Legión de Honor); se casó con el que fuera su mejor amigo, el actor alsaciano André Schlesser, Dadé; y con él fijó su residencia en la campiña francesa.

María Casares y su marido André Schlesser.

La mujer a la que Camus dedicó palabras como “antes de ti, fuera de ti, no me adhiero a nada” pidió ser enterrada junto a su marido Dadé en el cementerio de Alloue y su casa de La Vergne fue donada al municipio para acoger distintos espectáculos y actos culturales.

EPÍLOGO EN 865 CARTAS

Las cartas, 865, que se intercambiaron Casares y Camus a lo largo de sus 15 años de romance quedan como epílogo de esta intensa historia de amor. Cuando el escritor murió en accidente de coche, con apenas 46 años, su amigo el poeta René Char se hizo con las cartas de Casares y se las entregó a la actriz.

A comienzos de los años 80, tras la muerte de su madre, Catherine Camus entabló contacto con María y le compró las cartas de ambos. Las mantuvo guardadas durante décadas. “Gracias a los dos, sus cartas hacen que la tierra sea más vasta, el espacio más luminoso, el aire más ligero simplemente porque han existido”, escribía Catherine en el prólogo de Correspondance (Ed. Gallimard, 2017). Siempre tuvo claro que Casares deslumbró a su padre y fue el gran -e imperfecto- amor de su vida.

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