¿Hay algo que pueda gustarnos tanto o más que un buen libro? ¡Sí, un hotel boutique! Pero no un hotel boutique cualquiera: uno a las afueras de Florencia, con la impronta de Miguel Ángel y de Maquiavelo. Se llama Villa Mangiacane y, si quieres saber más para organizar una escapada épica en San Valentín, lee, lee…
Arte, cultura, vino, naturaleza, descanso… Pocas escapadas se nos ocurren para San Valentín más completas y más románticas que la que ofrece Villa Mangiacane, un hotel boutique a diez kilómetros de la ciudad italiana de Florencia. Para empezar, se sitúa en un paraje que invita al sosiego, entre las colinas del valle de la Pesa y el de la Greve, rodeado de 242 hectáreas de olivos y viñedos de la denominación Chianti Classico. Florencia se encuentra a unos diez kilómetros de distancia y su presencia no solo se intuye, también se ve: desde la terraza porticada del palacete se puede contemplar a lo lejos el Duomo de Brunelleschi.
Luego está su historia, porque Mangiacane no es un hotel de nuevo cuño. La villa fue construida en el siglo XV por la familia del filósofo y político Nicolás Maquiavelo, quien al parecer encomendó los planos del edificio a Miguel Ángel. Durante un tiempo, Mangiacane fue la residencia principal de Maquiavelo y fue aquí donde escribió gran parte de su obra cumbre, El Príncipe. En 1645 pasaría a manos de la familia Mazzei, que la utilizó como residencia de verano y bodega para la producción de vino y aceite de oliva.
Deteriorada por el tiempo, la guerra y el abandono, en el año 2000 Mangiacane fue adquirida por el empresario y filántropo sudafricano Glynn Cohen, quien se enamoró de la propiedad y decidió devolverle su esplendor renacentista.
ESCULTURAS SHONA EN LA TOSCANA
Bajo la dirección del arquitecto florentino Gianclaudio Papasogli Tacca y del decorador Ralf Krall, Mangiacane ha recuperado su atmósfera y sus hechuras originales (algo muy costoso pero nada complicado puesto que los planos de la villa se conservaban -y aún se conservan- en la galería Uffizi).
Hoy Mangiacane vuelve a lucir hoy su belleza clásica. Desde los mastines de piedra que flanquean el pórtico de acceso a la finca (Mangiacane viene del latín magna cane, perro grande) hasta los frescos renacentistas que se descubrieron durante la rehabilitación de los muros, sin olvidar las piezas de arte y objetos de anticuario que decoran habitaciones y salones. Aunque hay concesiones al arte moderno y a los orígenes africanos de su propietario: más de 200 esculturas shona de Zimbabwue decoran el jardín y las piscinas al aire libre, otra licencia moderna que no desentona con el conjunto.
El hotel boutique cuenta con 28 habitaciones (a partir de 190€/noche) repartidas en dos edificios, Villa Mazzei y el Palacio Maquiavelo. La primera ofrece 18 habitaciones dobles, restaurante y piscina al aire libre, mientras que el palacio cuenta con 10 suites, piscina y un completo spa para huéspedes VIP. Cada una está decorada de forma diferente pero en todas destacan los muebles rotundos y tapizados, terciopelos y alfombras. Pese a lo que pudiera parecer, el resultado no abruma porque la combinación de colores, el espacio y la luz natural aportan armonía al conjunto.
RECETAS LOCALES
Imposible viajar a Italia y no disfrutar de su cocina. Mangiacane no es la excepción. Cuenta con los grandes vinos de su bodega (tintos jóvenes pero también reservas, rosados y achampanados) y con el aceite de oliva virgen extra de sus 6.000 olivos, con el que realzan los sabores de los ingredientes locales, como la bistecca alla Fiorentina (carne de buey a la parrilla), la frittata de espárragos, la bruschetta de queso pecorino y alcachofa o los spaguettoni con pancetta, tomates y albahaca (de su huerta), aunque tampoco faltan platos de pescado y marisco como los langostinos a la siciliana en costra de miel.
Además, las posibilidades para disfrutar de estas y otras recetas locales son infinitas, desde desayunos al aire libre con vistas a la campiña toscana hasta almuerzos junto a la piscina, cenas en su restaurante gourmet, comidas privadas en su bodega, picnics en el viñedo… y si os animáis, podréis apuntaros a los talleres de cocina impartidos por el propio chef del hotel.
Dada su proximidad con Florencia, Villa Mangiacane es un buen punto de partida para disfrutar de la cuna del Renamiento italiano y, si vuestra estancia es lo suficientemente larga, nosotras también os recomendamos pasear por las preciosas localidades medievales de Siena, San Gimignano y Arezzo.